Nos dieron las cuatro y no hubo poema para afinar nuestras
manos,
ni si quiera un mal trecho beso con despedida sabor a
fresa,
tampoco palomas sobrevolando las latitudes de nuestros
ojos llorosos.
Solo la hambruna desbordando los resquicios de mis deseos,
en las yemas de los dedos que una vez te sintieron.